Lo que crea el valor del branding no es la publicidad, ni la identidad corporativa, no es lo visual, tampoco la creatividad. Lo que genera la preferencia por una marca es invisible.
Lo que crea valor y trasciende en la memoria de los clientes o usuarios del producto se construye con el posicionamiento estratégico de la marca. Un ejercicio que nos dará la capacidad de definir, manejar y dotar de interés los intangibles de la marca.
El valor del branding es invisible, se trata del conjunto intangibles que percibe el cliente, todo lo que le inspira la marca, lo que aprecia, lo que le hace sentir, las sensaciones que tiene cuando consume, usa o adquiere el producto o servicio, aquel detalle «sensible» que determina en su cerebro cuanto de importante es para él la marca.
El valor del branding va de hacer sentir
Es sencillo crear un logotipo que represente nuestra empresa, un packaging que vista al producto y muestre su mejor versión, un anuncio que venda de forma seductora al producto, pero lo realmente difícil y lo que determina el valor del branding es lo que los clientes sienten por nuestra marca.
Tiene que ver con la interpretación emocional que decodifiquen de nuestra comunicación, lo que consigamos hacer sentir por nuestra marca determinará su preferencia.
A las personas (target), sin etiquetas, absolutamente a todas, les gustan las marcas que les hacen sentir especiales, que les emocionan, que les transportan a universos particulares.
Mostramos predilección y finalmente compramos por creencia y por la percepción que construimos de la marca.
Naturalmente la credibilidad y la fortaleza de los argumentos influye notablemente en la decisión de compra, pero lo que hace que decidamos “ser de una marca” es un intangible, que ni el consumidor, en la mayoría de ocasiones, sabría decirnos.
Las marcas construyen su éxito a través del posicionamiento estratégico
Si el valor del branding va de hacer sentir, está claro que las buenas marcas son aquellas que nos inspiran, sugieren, sorprenden, evocan, provocan y enamoran.
Pero la capacidad de controlar aspectos tan abstractos como pueden ser las sensaciones, emociones, el compromiso o la confianza, solo puede conseguirse a través del posicionamiento estratégico de la marca y con un profundo conocimiento de nuestro target.
Solo así conseguiremos construir una percepción de valor capaz de influir en los comportamientos del cliente, sus hábitos y formas de entender y vivir la marca.